Estado – educador, patriarca, déspota

 

Contenido

1791-1792 Humboldt.- Ideas para un projecto de delimitación de la acción del Estado

1797 Friedrich Hegel: El más antiguo programa sistemático del idealismo alemán

1834 Georg Büchner, publicación en El mensajero rural de Hessen

1889 Friedrich Nietzsche. El ocaso de los ídolos

1919 Rudolf Steiner. El ciudadano dócil y con fe en las autoridades

 

El Estado – educador, patriarca, déspota

La actitud patriarquista del estado incluye que, entre otras cosas, mantiene su propio sistema de educación pública en el que la generación joven, supuestamente, aprende lo que son los valores éticos, sociales, ciudadanos y humanos. El mismo estado que enseña los grandes valores morales, puede enviar a sus ciudadanos a la guerra, aunque estos no se sientan enemistados con ningún pueblo.

A continuación, siguen algunos ejemplos de antipatía, ya sea instintiva o reflexionada, frente a un estado de poder en el que las obligaciones del ciudadano prevalecen sobre las cuestiones de dignidad del ser humano y la libertad de la cultura.

 

1791-1792 Humboldt.- Ideas para un proyecto de delimitación de la acción del estado

En la cultura de los antiguos griegos, las instituciones estatales aumentaron la fuerza y vitalidad de la persona [...] La actitud de nuestros estados actuales de restringir la libertad suprime esta fuerza vital y moral, poniendo su atención en lo que el ser humano posee y mucho menos en lo que es. [...] 

En general, esta diferencia entre los antiguos y los contemporáneos se percibe en todas partes. Mientras en los últimos siglos llaman la atención el progreso, las invenciones de la ciencia y las dimensiones de las empresas, lo que en la Antigüedad nos embelesa es, sobre todo, la grandeza, [...] la profundidad del espíritu, la fuerza de voluntad, la unidad de todo el ser, que es lo único que da un verdadero valor al ser humano.

En nuestras culturas del presente, a menudo es un ideal general que hace que el individuo quede casi olvidado e importa más aportar al individuo, no a su ser interior, sino a su comodidad, prosperidad y bienestar [...] Casi como recompensa prestada de fuera, no como un bien que hemos adquirido por el propio esfuerzo.

 

1797 Friedrich Hegel: El más antiguo programa sistemático del idealismo alemán

Todo estado se ve obligado a tratar a los seres humanos libres como un artilugio mecánico, cosa que no puede ser su objetivo. Por consiguiente, debe abandonar tal ambición [...]

Antes de que las ideas se hagan estéticas, es decir, mitológicas, éstas no tendrán ningún interés para el pueblo y, a la inversa, antes de que la mitología se haga racional, el filósofo deberá avergonzarse de ellas. Por eso, el ilustrado y el que no lo es deberán darse la mano y la mitología deberá hacerse filosófica para que el pueblo se convierta en racional al tiempo que la filosofía deberá ser mitológica para que los filósofos se hagan sensibles. Entonces dominará la unidad eterna entre nosotros.

Nunca más la mirada despectiva, nunca más el ciego temblor del pueblo ante sus sabios y sacerdotes. Solo entonces podremos esperar una formación idéntica de todas las fuerzas, tanto del individuo como del conjunto de ellos. Ninguna fuerza será reprimida. Entonces dominarán una libertad universal y una igualdad de espíritus. 

 

1834 Georg Büchner, publicación en El mensajero rural de Hessen

¡Paz a las cabañas! ¡Guerra a los palacios! En el año 1834 parece como si hubiera que acusar a la Biblia de mentirosa. Uno tiene la impresión de que Dios hubiera creado a los campesinos y artesanos el quinto día y a los príncipes y los distinguidos el sexto y como si el Señor hubiera dicho a éstos: «Mandad sobre todos los animales que se arrastran por el suelo», contando a los campesinos y burgueses entre los gusanos. La vida de los distinguidos es un largo domingo; viven en casas preciosas, llevan vestidos bonitos, tienen caras redondas y hablan en un lenguaje especial; el pueblo, en cambio, está postrado delante de ellos como el estiércol en el campo. El campesino anda tras el arado, y tras él y el arado, anda el distinguido, y lo empuja junto con los bueyes del arado, se lleva el grano y deja los rastrojos. La vida del campesino es un largo día laborable; ajenos consumen sus campos ante sus ojos, su cuerpo es como un callo, su sudor es la sal en la mesa del distinguido.

Para el Ministerio de Hacienda 1.551.502 florines. Con esta cantidad se pagan a los consejeros de Hacienda, los recaudadores superiores de impuestos, los recaudadores de impuestos, los recaudadores subalternos. Para ello se calcula el rendimiento de vuestros campos y se cuentan vuestras cabezas. El suelo debajo de vuestros pies, el bocado entre vuestros dientes está gravado. Para ello los señores se sientan juntos en fracs y el pueblo está desnudo y agachado delante de ellos; con sus manos se palpan las ingles y los hombros y calculan cuánto puede cargar el pueblo todavía y si son clementes es de esta manera como se trata bien a las bestias que no se quieren forzar demasiado.

[…] Para asuntos militares se pagan 914.820 florines. A cambio de esta cantidad vuestros hijos reciben un uniforme de colorines para cubrirse el cuerpo, un fusil o un tambor para colgarlo del hombro y se les deja disparar a ciegas una vez cada otoño, y contar cómo los señores de la corte y los niños depravados de la nobleza andan a la cabeza de todos los hijos de la gente honrada, desfilando con ellos en las calles anchas de las ciudades con tambores y trompetas. Por estos 900.000 florines vuestros hijos tienen que jurar fidelidad a los tiranos y montar guardia junto a sus palacios. Con sus tambores acallan vuestros suspiros, con sus fusiles os destrozan el cráneo cuando osáis pensar que sois personas libres.

 

1889 Friedrich Nietzsche. El ocaso de los ídolos

Desde hace diecisiete años no me he cansado de poner de manifiesto la influencia desespiritualizadora de nuestro cultivo actual de la ciencia. La dura esclavitud a la que hoy condena a todo individuo, la enorme extensión de las ciencias explica fundamentalmente que sujetos con unos intereses más amplios, más ricos y más profundos no encuentren ya ni una educación ni unos educadores adecuados a ellos.

No hay nada que perjudique más a nuestra cultura que esa proliferación de vanidosos transportadores de libros y de humanidades fragmentarias; sin pretenderlo, nuestras universidades son auténticos invernaderos en los que se produce una especie de atrofia de los instintos del espíritu. Toda Europa está empezando ya a darse cuenta; la gran política no engaña a nadie. Alemania es considerada cada vez más como el país con menos relieve en todos los sentidos de Europa. […]

Hagamos un cálculo aproximado: no solo es evidente que la cultura alemana está decayendo, sino que no faltan razones suficientes que explican este hecho. En última instancia, no se puede gastar más de lo que se tiene: esto se puede aplicar tanto a los individuos como a los pueblos. Si nos dedicamos al poder, a la gran política, a la economía, al comercio internacional, al parlamentarismo, a los intereses militares; si despilfarramos en ese ámbito la dosis de entendimiento, de seriedad, de voluntad y de autosuperación que poseemos, carecemos de estas cosas para el otro de los ámbitos.

La cultura y el estado —no nos engañemos— son algo antagónico: el «Estado cultural» no deja de ser una idea moderna. Lo uno vive a costa de lo otro, lo uno prospera a expensas de lo otro. Todas las grandes épocas de la cultura son épocas de decadencia política; lo que ha sido grande en el sentido de la cultura ha sido apolítico e incluso antipolítico. […]

En Alemania al sistema de educación superior se le ha escapado lo principal: el fin y los medios para alcanzarlo. Se ha olvidado que el fin es la educación, la formación y no el Reich, y que para alcanzar ese fin se necesitan educadores, y no profesores de instituto y eruditos de Universidad. […]

Lo que realmente consiguen las «escuelas superiores» de Alemania es un adiestramiento brutal para hacer utilizable y aprovechable, en el más breve tiempo posible, a un gran número de jóvenes.

 

1919 Rudolf Steiner. El ciudadano dócil y con fe en las autoridades

En el texto siguiente, Rudolf Steiner habla de que la conciencia autónoma del ciudadano y la reflexión sobre la medida sana de la autoridad del estado ya no puede dejar de ser asunto de destacados filósofos o pensadores sociales. La revolución interior consiste en “el gran pensamiento guía para nuestra época”, que paulatinamente va despertando como conciencia común:

“Solo aceptar como verdadero lo que nuestro propio pensamiento nos obliga a pensar. Y vivir solo en las comunidades estatales y sociales que creamos nosotros para nosotros.”

Recopilación ensayos sobre historia de la cultura y de la época. 1887-1901. Papado y Liberalismo, Deutsche Wochenschrift 1888, VI Jg., Nr. 28.

 

“Nuestra educación es esencialmente un asunto de estado […]. Hoy las personas no reciben una educación para colocarse en el mundo como seres humanos, sino para tener su puesto en el estado. El estado se ocupa de los jóvenes, quiere decir no en la primera edad, en la que todavía le parecen demasiado inmundos y por ello los deja en manos de sus padres. Pero luego extiende sus tentáculos tras las personas para adiestrarlas adaptándolas a su sistema. Y sabe muy bien que las personas se adaptarán a él, porque reciben muchas cosas a cambio. Les da un sostén económico, les da sus leyes y reglamentos, y al final la jubilación. Solo hay que ver lo que significa para el ser humano poder decir que recibe del estado un puesto remunerado y después incluso una pensión. Eso es algo “muy grande”, algo que ata a la persona al estado abstracto, y eso también afecta a toda su mentalidad. Es otro ejemplo de cómo la mentalidad romana se ha apoderado en gran medida de las personas.

Hoy la gente no quiere escuchar verdades como la de “para participar en tu inmortalidad debes activar lo que vive en tu alma, para que tú mismo lleves activamente tu alma a través del umbral de la muerte.” La gente ha sido completamente disuadida de dirigir su entendimiento hacia tales verdades. Se le dice a la gente que es suficiente creer en Cristo y en lo que dispone el estado. Entonces sabe: primero recibe su renta del estado, y cuando ha trabajado lo suficiente, será jubilado por el estado. Luego también interviene la iglesia, que jubila el alma de las personas después de la muerte, para que no tengan que trabajar por su alma en la vida y para que no tengan que hacer algo por sí mismas antes de llevar su alma a través del umbral de la muerte. Hoy la persona es un ser registrado. Hemos interiorizado la disposición política romana […] y la vamos a acoger en nosotros cada vez más.”

El aspecto interior del enigma social, séptima conferencia, GA 193.