Ideales sociales – cambios de paradigma en la historia
Índice
Los ideales de la libertad, igualdad y fraternidad. De la Revolución Francesa a nuestra actualidad
Cambios de paradigma. Libertad
Cambios de paradigma. Igualdad
Cambios de paradigma. Fraternidad
Libertad, igualdad y fraternidad, definidos por la Iglesia y por el Estado
Los ideales sociales en el Gran Teatro del Mundo de Calderón
Los ideales sociales en el gran teatro del mundo global
Perversión de los grandes ideales sociales
Ideales sociales – cambios de paradigma en la historia
Desde que los ideales sociales de libertad, igualdad y fraternidad fueran formulados en la Revolución Francesa, no han perdido su fuerza. La intención de Steiner fue generar conciencia del valor de los tres ideales sociales expresados en el pasado y darles sentido para la sociedad futura. No son ideales utópicos.
Los ideales de libertad, igualdad y fraternidad. De la Revolución Francesa a nuestra actualidad
Desde que los ideales sociales de libertad, igualdad y fraternidad fueran formulados en la Revolución Francesa, no han perdido su fuerza. Todos sentimos de algún modo la justificación de postularlos y la necesidad de realizarlos. Hasta hoy día, el ideal de la libertad mueve masas y es tema de reflexiones socio-filosóficas. Sin embargo, al mismo tiempo la fuerza de estos ideales se dirige principalmente a nuestros sentimientos y a un anhelo, ya sea sentimental o volitivo, difícil de caracterizar.
Es por eso que, para exponer las ideas de trimembración social, Rudolf Steiner retomó el momento histórico de la Revolución Francesa, en el que se hizo el intento de expresar en tres conceptos fundamentales lo que vivía de una forma más bien subconsciente en los corazones del pueblo y de las personas que representaban la ilustración social. La intención de Steiner fue generar conciencia del sentido y valor de los tres ideales para la sociedad y para el futuro de la sociedad; de hecho, los tres ideales tienen un carácter orientativo para la sociedad del futuro, pero no por eso pueden ser considerados utópicos, sobre todo porque Rudolf Steiner ofrece un acercamiento antropológico a ellos, mostrando que los tres ideales sociales tienen su justificación en el alma humana.
Es cierto que los ideales de la libertad, igualdad y fraternidad no pueden ser descritos como otros fenómenos sociales externos. No llegan a la conciencia como los objetos de la percepción sensorial, pero por eso no son inexistentes y necesariamente tienen que seguir actuando de forma todavía poco consciente en el ser humano. La realización de los ideales sociales tiene que pasar por toda una historia de ensayos y errores de interpretación y realización.
Rudolf Steiner trata los tres ideales desde la ciencia espiritual, es decir en su evolución acorde con la evolución de la humanidad (véase también en este glosario: “Trimembración social y antroposofía”). Contemplando entre otras cosas la unidad tríadica de los tres ideales en relación con las tres facultades anímicas del ser humano (véase también en este glosario: “pensar sentir querer en los tres ámbitos sociales”).
Cambios de paradigma. Libertad
Desde Montesquieu, la libertad fue el ideal con el que más individuos se vieron identificados y con más éxito logró establecerse en la sociedad. El primer objetivo fue defender la libertad personal de expresar sus pensamientos y convicciones independientemente de las autoridades del estado y de la iglesia. En el curso del siglo XIX, el liberalismo expandió el principio de la libertad personal/individual a la sociedad entera, concibiendo la libertad como un valor social más allá del juicio y pensamiento individuales y reivindicándola también en los ámbitos de la política y economía (John Stuart Mill, Sobre la libertad, 1859).
Adam Smith, el teórico del liberalismo económico-político, desarrolló el concepto de la mano invisible que regula el mercado por sí mismo a través de las fuerzas de oferta y demanda. La función del estado es la de intervenir para garantizar la libertad del individuo siempre que esta se vea en peligro. Hoy, el modelo neoliberal de la economía globalizada ha conducido a resultados como la concentración insostenible y nada saludable de capital en manos de pocos, junto con los fenómenos como la sobreproducción y el empobrecimiento de amplias partes de la sociedad.
Las experiencias de las últimas décadas han demostrado con creces la inviabilidad del principio egoísta de que el bienestar de la comunidad/sociedad crecerá en la medida en que el individuo se encuentre con condiciones óptimas para sus objetivos. Al mismo tiempo queda más que probado el principio de Rudolf Steiner de que la libertad es un ideal que alcanza su verdadero valor social solo si es desarrollado en el ámbito cultural-espiritual, es decir, en el ámbito del propio juicio, de la concepción del mundo y del ser humano, en los valores éticos, y en la realización de la ciencia y el arte.
Un ejemplo ilustrativo de la historia reciente muestra la facilidad con la que el principio de la libertad puede ser malentendido y está sujeto a cambios de paradigma. Después del atentado a la redacción del semanario satírico francés, Charlie Hebdo en 2015, la población salió a la calle a defender la libertad de la cultura occidental. La libertad que se defendió en las manifestaciones se refirió a la libertad de la libre expresión que consistía en herir los sentimientos religiosos de otros. Es difícil imaginar la misma manifestación de sentimiento y voluntad social cuando se trata de defender la libertad de un paciente para escoger la medicina y terapia que mejor le corresponda.
Cambios de paradigma. Igualdad
La justificación del ideal de igualdad nace de la sensación de libertad y capacidad de juicio propio, de que la persona es capaz de tomar sus propias decisiones y asumir la responsabilidad de sus ideas, decisiones y acciones, además es capaz de participar en las cuestiones que atañen a todos los miembros de la sociedad.
Jean-Jacques Rousseau introdujo un cambio de paradigma de la igualdad con su teoría del contrato social. En esta teoría, la libertad de pensamiento y juicio propio pierde el valor que le dio Montesquieu. La “volonté partiel” del individuo solo puede ser una aberración frente a la “volonté general”, es decir, frente a lo que comúnmente hay que concebir como el estado de estar en armonía con las leyes de la naturaleza, es decir, con las fuerzas del bien, de la verdad y de la justicia. De ahí se deduce la soberanía del pueblo, la voluntad general entendida como el bien común real.
En este tipo de orden no cabe ningún tipo de juicio individual. La igualdad se define como convicción uniforme de la que no puede haber desviación ninguna. Un ejemplo que muestra que la igualdad, trasplantada en el ámbito del pensamiento en el que debe reinar la libertad, solo despliega fuerzas saludables si actúa en el campo del derecho. La consecuencia de las teorías de Rousseau fue un régimen de terror que eliminó a cualquier individuo crítico o “disidente”. Los que en nuestro sistema democrático actual expresan su opinión libre pueden correr serios peligros de represión por parte de la opinión pública general. Actualmente la libertad reina sobre todo en la economía.
En el ámbito cultural de nuestras sociedades modernas predomina el valor de la igualdad en forma de normativas y estándares de educación. La verdadera fuerza positiva de la igualdad solo puede ser efectiva en el campo de los derechos humanos, de la protección jurídica y del respeto a la dignidad humana, independiente de su etnia, lengua, raza, religión, clase social.
Cambios de paradigma. Fraternidad
En la unidad tríadica de los ideales sociales, el de la fraternidad/solidaridad es el más difícil de comprender en su contenido y sentido, aunque a primera vista podamos tener una sensación de las múltiples dependencias e interdependencias globales que existen en el ámbito económico de la producción, distribución y el consumo. En la cadena de producción de un objeto cotidiano posiblemente hay cientos o miles de personas involucradas en todo el mundo, sin cuya contribución “fraternal/solidaria” sería imposible mantener funcionando el proceso económico, aunque estas personas tengan poca conciencia de su función en el proceso total. Este tipo de cooperación da una idea germinal de lo que es la fraternidad en el ámbito de la economía, pero otra cuestión es la de si todas las personas involucradas reciben el precio justo por su trabajo (véase también en este glosario: “Principio social”)
El impulso histórico que más repercusión popular ha encontrado en esta dirección de la fraternidad fue el de Karl Marx. En la Revolución Rusa de octubre de 1917, sus ideas de fraternidad socio-económica fueron llevadas a la realidad política. El objetivo de los programas socialistas era crear una sociedad sin privilegios, sin egoísmo, sin concentración de poder, sin el poder del capital y de la propiedad privada. En este sentido, la fraternidad se define por la justa distribución de recursos y ganancias.
La idea de Marx de que los cambios necesarios en la vida real económica serían iniciales, suficientes y decisivos para el cambio del sistema social entero, hizo que los principios de la igualdad y libertad no tuvieran una función importante en el contexto de sus teorías. La igualdad adquiere el significado abstracto de la conciencia común del proletariado, la de la pertenencia de clase, frente al enemigo común, el capitalista, y en el pensamiento común de ideología marxista. El individuo como tal no interesa, por lo tanto la libertad solo se concibe negativamente, como el objetivo común de liberarse de la opresión capitalista. La consecuencia de esta ideología aplicada según el sistema comunista marxista fue la opresión y el control estatal frente a los que no se unieron a la misma conciencia de clase.
El ideal de la fraternidad, que el sistema socialista pretendía realizar en el sentido de justicia social es un ideal que Rudolf Steiner solo vio realizable en la forma de comunidades económicas asociativas.
Véase también en este glosario:
Asociación económica, Asociación y cooperativa, Individualidad y comunidad
Libertad, igualdad y fraternidad, definidos por la Iglesia y por el Estado
En los tiempos en los que se acercó la Revolución de 1789, el pueblo francés se sintió morir de hambre y de aburrimiento por la decadencia moral y los privilegios de las “minorías elitistas”. La sensación de falta de pan y dignidad se convirtió en el grito por la libertad, igualdad y fraternidad. Estos ideales fueron formulados con la intuición de que la tradicional interpretación eclesiástica ya no valía en época del despertar de la nueva conciencia de la autonomía del Yo; la libertad humana como libertad de interpretar bien o mal el papel terrenal asignado por Dios; la igualdad en la conciencia de que la muerte hará iguales a todos; la fraternidad como comportamiento caritativo en la vida, con la fe en la compensación de la caridad en el cielo.
En nuestra sociedad “laica”, nos hemos emancipado de la autoridad de la Iglesia, y estamos encantados de dejar que sea el Estado quien defina lo que son los ideales sociales hoy. La libertad de expresión, la libertad de prensa, la libertad de la ciencia, son una excusa democrática; el estado mantiene sus propios expertos y científicos y sus propios medios; mantiene a los profesionales de los medios y los científicos atados en corto para que no ladren frente a peligros que el estado no quiere ver. La igualdad es el sueño de la ciudadanía y una pesadilla para el estado, la participación ciudadana le resulta pesada y hace todo para tapar las bocas de los que reivindican la participación en igualdad reduciéndola a la igualdad de género e igualdad transexual.
La fraternidad es el tercer ideal que el estado ha arrancado de los corazones y totalizado en su sentido, proclamando que la solidaridad es que los ciudadanos sigan las reglas de comportamiento, protección y “seguridad jurídica”, cegando la vista a la verdadera fraternidad, que esencialmente puede realizarse en las relaciones económicas y, en particular, en la vida económica asociativa tal como lo propone la trimembración del organismo social. La fraternidad practicada en una comunidad económica asociativa no tiene que ver con la fraternidad forzada en forma del pago de impuestos. La política fiscal estatal interpreta la fraternidad en su sentido, fuera del ámbito económico, al que es ajeno por su propia naturaleza jurídico-política. Los ingresos fiscales recaudados pueden ser usados, por ejemplo, para subvenciones a sectores particulares de la industria, interviniendo en la vida económica de una forma fraternal externa, que en principio es paternalista.
En los tiempos actuales, el estado demuestra cada vez más que es el último amigo de los ideales sociales. En unión con la ciencia natural que considera al ser humano como una especie de robot inteligente en principio incapaz de desarrollar algo parecido a la libertad:
“considera un cáncer del cuerpo social que los impulsos de libertad, igualdad y fraternidad se establezcan desde el seno del pueblo. Quiere coerción en lugar de libertad, división en lugar de igualdad, sumisión en lugar de fraternidad".
Rudolf Steiner, Tratamiento científico-espiritual de las cuestiones social y pedagógica, undécima conferencia, Stuttgart, 23 de abril de 1919, GA 192
Los ideales sociales en el Gran Teatro del Mundo de Calderón
En el auto sacramental alegórico “El Gran Teatro del Mundo”, escrito en tiempos de la Contrarreforma (respuesta de la iglesia católica a la reforma protestante de Martín Lutero) Pedro Calderón de la Barca interpreta los ideales sociales con una primera intuición y visión global. El “Gran Teatro del Mundo” es el escenario que hoy llamamos el mundo global o globalizado. La figuras del rico y pobre son representantes de los que hoy llamamos los más ricos y los más pobres del mundo, con una conciencia más global que en los tiempos de Calderón.
Por otro lado, la conciencia globalmente extendida ha hecho que se hayan difundido los aspectos espirituales, aun muy presentes en la obra de Calderón, en la tradición de la enseñanza de la iglesia católica. La libertad humana se define como la libertad de interpretar bien o mal el papel que Dios ha asignado al ser humano en la Tierra, resignándose a la clase social en la que nació. La igualdad de todos significa el reconocimiento y “consuelo” de que la muerte nos hace iguales independientemente de si en la vida éramos ricos o pobres. El rico, consciente de no poder llevar sus bienes a través del umbral de la muerte, puede ejercer la virtud de la fraternidad con la actitud caritativa hacia el pobre.
En el siglo XX, Rudolf Steiner enfatizará que en la época del alma consciente las interpretaciones tradicionales de los ideales sociales tienen que adquirir una nueva cualidad. La libertad es más que tomar la libertad de decisión o elección entre dos opciones; es ser capaz de crear ideas y acciones propias “desde la nada”, desde la intuición moral. La ciencia espiritual expande la concepción de la igualdad en la muerte a la concepción del mundo espiritual del que todos participamos de la misma manera, aunque sea desde perspectivas individuales. Y, por último, Rudolf Steiner coloca la fraternidad en el amplio contexto de la economía, llevando la actitud caritativa a una conciencia económica que abarca las cuestiones del precio justo, la remuneración del trabajo, la inversión ética del capital, etc.
En este proceso de transformación y cambio de paradigma, la ciencia espiritual de Rudolf Steiner investiga el aspecto espiritual de las ideales sociales con respecto a la vida prenatal y posmuerte del ser humano, que ya tenía una presencia marcada en el Gran Teatro del Mundo: el ser humano entra en el escenario del mundo con el nacimiento y sale de él al morir, volviendo al gran Autor y enfrentándose al juicio sobre cómo ha cumplido su papel.
En este contexto, Rudolf Steiner desataca que la ideología católica incluye la idea de la vida después de la muerte pero no la concepción de repetidas vidas en la Tierra.
“Era bueno para el hombre ser educado en la idea de esta única vida terrenal. La tarea era doble: por un lado, la educación en la importancia de la vida en la Tierra entre el nacimiento y la muerte y, por otro lado, la idea de que, fuera de esta vida en la Tierra, todos son iguales ante Dios. La vida en la Tierra solo puede ser soportada entendiéndola de tal manera que todos sean iguales ante Dios.”
Los enigmas del mundo y la antroposofía. Editorial Rudolf Steiner Verlag, Dornach, segunda edición, 1983. GA 54
“El concepto de que la fraternidad entre los seres humanos sea recompensada después de la muerte [...] es una reminiscencia, la conciencia de que la vida fraternal en la economía humana encuentra una continuación hacia lo espiritual en la otra vida.
El aspecto interior del enigma social, segunda conferencia, GA 193
El concepto católico de que después de la muerte el alma recibe la recompensa por una vida caritativa, Rudolf Steiner lo amplía con el entendimiento de las leyes kármicas, que incluyen la ley de causa y efecto de todo lo que hacemos en la vida, con el ámbito económico como el ámbito principal de la acción en la Tierra.
“Por lo tanto, los sentimientos, los impulsos que desarrollamos en la vida económica, están más estrechamente relacionados con nuestra vida posmuerte de lo que la gente piensa. …
Por ejemplo ustedes tienen que pensar en cómo se desarrollará el precio de esta u otra cosa, o cómo se consigue una determinada mercancía y así sucesivamente. En este proceso, ustedes hacen pasar, por así decirlo, sus pensamientos por los hechos externos; no hay nada espiritual en ello.”
Sin embargo
“el mundo sobrenatural nos compensa por el hecho de que en lo que aparece como el elemento inferior de la experiencia social [el ámbito de la actividad económica] ya se está preparando lo que nos llevará a lo sobrenatural.”
El aspecto interior del enigma social, segunda conferencia, GA 193
La fraternidad evoluciona en el ámbito que más material es de los tres ámbitos sociales. En el Gran Teatro del Mundo, el pobre va al cielo después de haber superado la vida humilde, que solo fue una ilusión, un teatro. El rico va al infierno por no haber desarrollado la caridad en la vida. El ser humano de la época del alma consciente tiene que saber que la vida terrenal no es algo que tiene que ser dejado atrás para ir a un mundo superior; ve en él el campo de fraternidad con la que prepara su humanidad para las próximas vidas.
"Porque el Dios, lo divino, no solo vive en lo que el hombre sueña en las alturas, sino en las más pequeñas cosas cotidianas. Cuando cogen el salero en la mesa, cuando llevan la cucharada a la boca, cuando compran algo de un prójimo por cinco céntimos, he ahí lo divino que vive en todas las cosas.
[...]
Y si uno se entrega a la creencia de que por un lado está lo material profano, de naturaleza inferior, y por otro lado lo divino-espiritual como algo que hay que mantener alejado de lo material porque lo uno es santo y lo otro profano, porque lo uno es superior y lo otro inferior, se encuentra en contradicción con el sentido más íntimo de una concepción real del mundo, con el sentido al que pertenece el empuje de bajar de lo más alto y sagrado a las experiencias humanas más cotidianas.
[...]
El mundo espiritual vive en un miembro del organismo social como algo heredado de la vida prenatal, del mundo espiritual, y por otro lado se está preparando lo espiritual cuando nos sumergimos en la vida económica. Se está preparando, como compensación por esta inmersión, lo que, cuando entramos a través de la muerte en el mundo espiritual, nos volverá a guiar, si lo vivenciamos adecuadamente, a una ciencia fraternal más humana en esta Tierra.”
El aspecto interior del enigma social, GA 193, segunda conferencia.
Los ideales sociales en el gran teatro del mundo global
En nuestros tiempos actuales, los tres grandes ideales sociales siguen siendo las “grandes pequeñas palabras” del gran teatro del mundo, en boca de los grandes “actores” de la globalización. Algunos de estos “actores” globales (global actors) son las organizaciones mundiales como el Banco Mundial, la Organización Mundial de la Salud, la Organización Mundial del Comercio. Los estándares técnicos, económicos, sociales, sanitarios y educativos sugieren una igualdad en los campos de la economía, de la salud y la educación, un trato igual y uniforme en estos campos, que no tiene nada que ver con la verdadera igualdad, las oportunidades iguales y del mismo derecho de todos a participar en el debate de las cuestiones sociales. La ONU ha institucionalizado la libertad con su programa global “Agenda de Desarrollo 2030”. En la Página oficial de la ONU (https://onu.org.gt/objetivos-de-desarrollo/), la “Agenda 2030” se describe como “plan de acción en favor de las personas, el planeta y la prosperidad. También tiene por objeto fortalecer la paz universal dentro de un concepto más amplio de la libertad.”
Perversión de los grandes ideales sociales
Las agendas para un nuevo orden mundial nos prometen un mundo mejor más allá del presente con una retórica persuasiva de frases como “renta básica universal: Más libertad, más igualdad, más empleo, más bienestar”. (https://icefi.org/sites/default/files/renta_basica_universal_-_completo.pdf)
Muchas de estas frases, recetas, promesas y programas utilizan ideales sociales como frases huecas con la intención de lograr un efecto en el oyente, que en muchos casos puede ser más de adormecer que de despertar.
Véase también en este glosario:
Alma consciente. Retos en lo social
Ideales sociales -- cuerpo alma y espíritu